Ver video
Lectura: Juan 11
La ley dada a los judíos en el Antiguo Testamento decía que el leproso fuera desterrado de la convivencia de la sociedad. En aquel tiempo, la lepra era incurable, por eso en la Biblia, aparece como la más temible enfermedad espiritual: el pecado.
La lepra es la enfermedad más antigua mencionada en papiros egipcios. El pecado devasta la humanidad desde el Edén. La lepra puede ser contagiosa. En Romanos 5:12 dice que "El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.".
La lepra corrompe el cuerpo, compromete los nervios y quita la sensibilidad de la piel. El leproso corre el riesgo de autodestruirse sin darse cuenta. El pecado corrompe al ser humano y le vuelve insensible a su propia destrucción. Ya nacemos pecadores y espiritualmente muertos en nuestros delitos y pecados, pero, así como ocurre con la lepra, poco a poco se manifiesta nuestra degradación física y moral.
Así es como Isaías describe nuestra condición: "Toda la cabeza está enferma, y todo el corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia." (Isaías 1:5-6; 64: 6)
El pecado es como un aguijón o un anzuelo que atrapa al hombre y lo arrastra a una muerte inevitable, mientras que él lucha para mantenerse vivo. Y no termina ahí. En el libro de Hebreos dice que "el hombre está destinado a morir una sola vez y después de eso afrontar el juicio" (Hebreos. 9:27).
Si la muerte física determina el final de toda esperanza en esta vida, el juicio de Dios sella nuestro destino eterno. La palabra "juicio" no es en el sentido de una prueba para ver si el hombre es un pecador, si merece o no la condenación, pues somos todos pecadores culpables por naturaleza. En el juicio, Dios dictará la condena eterna para aquellos que no lavaron sus pecados con la sangre de Cristo.
Lázaro representa al ser humano, muerto y sin esperanza de curación. En el Antiguo Testamento los sacerdotes examinaban regularmente al leproso. Curiosamente, cuando la lepra había cubierto toda la piel de la cabeza a los pies, los sacerdotes lo declaraban curado
Antes de su mayor milagro, Jesús esperó hasta que el pecado cubra a Lázaro de la cabeza a los pies con su cubierta final. Y esperó que la muerte cante victoria. El Lázaro que sale de la tumba representa a cada salvado por Cristo, a cada uno en quien se cumplirá lo que Isaías profetizó y Pablo apoyó con estas palabras: "Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15:54-55; Isaías 25: 8).
En los próximos 3 minutos conoceremos la lista de las celebridades de Dios.