#128 La luz
"La
luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no prevalecieron”, no
podían resistirlo. Dios es luz y en él no hay tinieblas. Las
tinieblas no es parte de la creación original de Dios; son una
consecuencia del pecado de los Ángeles en tiempos antepasados y también del
pecado del hombre que se propago de Adán.
Técnicamente
hablando, las tinieblas no existen. Son solamente la ausencia de luz, un
vacío igual a la encontrada en el corazón humano arruinada por el pecado
original. En Génesis, después de que Adán pecó, Dios pregunta: "¿Dónde
estás?" (GN 3:9). Cuando Dios te pide algo, no es porque
quiere saber, sino despertar tu conciencia. En la práctica era Dios
diciendo: "Adán, mira donde estás".
Pero Dios
quiere revertir esa condición, y que para eso Jesús vino al mundo. la luz
verdadera estaba en el mundo, pero el mundo que fue hecho por él, no lo
sabía. Vino al pueblo que le pertenecía, los judíos, pero este pueblo no
le recibió.
Como
amantes de la noche, insectos que se esconden debajo de la piedra porque odian
la luz, nosotros huimos de Jesús. Esta huida es parte de los síntomas
causados por el pecado. Cuando me ves aquí hablando acerca de Jesús, no
pienses que siempre he sido así. Yo también huía de la luz verdadera, pero
lo hacía en la forma más sutil y engañosa: era un espiritualista.
En mi modo
espiritualista de pensar, Jesús no era más que un gran maestro o un espíritu
iluminado. Yo lo comparaba a los hombres como Buda, Gandhi y otros. Y
la idea de la divinidad que yo tenía de Jesús era de alguien que traía en si
algún tipo de chispa conquistada después de mucha evolución a través de
sucesivas reencarnaciones.
Pero no es
un Jesús así que habla el Evangelio. Habla de un Jesús que es el verbo o
elemento originador de toda acción y realización, el mismo Dios
Creador. Jesús un día me toco cómo también te tocará si no te
conviertes. ¿Sabes por qué? Porque la luz revela todas las
cosas. Ella revela lo que las tinieblas tratan de ocultar. A la luz
de la presencia de Jesús yo soy lo que soy; mis pecados salen a la luz y
mis faltas son manifiestos. Nadie queda indiferente a la luz.
¿Y qué
hacer? Puedo dar la espalda a la luz, como un niño que cubre sus ojos con
las manos y cree que se esconde. Aun así, la luz sigue ahí, brillando y
denunciando quien soy y donde estoy. Un día me resistí, pero el amor de
Jesús me conmovió a reconocer mi pecado y permitir que él me salve. Así
como una película fotográfica que recibe una sobreexposición a la luz,
desaparecen todas las manchas, todos mis pecados fueron perdonados. Ese
día Dios me hizo su hijo. Y es de un nuevo nacimiento que habla Juan en los
próximos 3 minutos.
Autor: Mario Persona
Traducción y Narración: David
Cristhian