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Lectura: Juan 13:18-22
Al lavar los pies de los discípulos, Jesús revela que lo hizo porque sólo los pies de éstos necesitaban ser limpiados del contacto con el mundo. Por lo demás todos estaban limpios porque habían sido generados de nuevo por la Palabra de Dios. Excepto uno: Judas.
Aquí vemos a un apóstol que ha recibido los mismos privilegios que los demás, pero en quien el agua de la Palabra no tiene efecto. Judas caminó con el Señor, pero tenía otra agenda. Su pensamiento y propósito estaban enfocados en lo que podía ganar al seguir a Jesús.
El final del capítulo 6 de este Evangelio deja claro que Jesús lo eligió a él, aunque sabía cuál sería su intención: “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque este era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.” (Juan 6:70-71).
Como los descritos en Hebreos 6:4-7, Judas fue iluminado, gustó del don celestial, fue partícipe del Espíritu Santo y gustó de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero. Pero carecía de fe, que es la condición esencial para ser salvo. Era imposible que tal persona se renovara al arrepentimiento.
Después de lavar los pies de sus discípulos, incluido Judas, Jesús revela que hay un traidor allí, para que otros puedan identificarlo cuando llegue el momento. Cita la profecía del Salmo 41:9, escrita mil años antes: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”.
Jesús dice: “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy” (Juan 13:19). Nuevamente usa la expresión que usó Jehová al revelarse a Moisés: "YO SOY". Traicionar a Jesús es traicionar al mismo Dios. Quien hace esto no queda impune.
Los discípulos no tienen idea de quién es el traidor, y esto demuestra cuánto se parecía Judas a los otros apóstoles. Nadie sospecharía de él, como muchos hoy ni siquiera sospechan de los lobos disfrazados de corderos infiltrados en templos, y canales de radio y televisión.
Más Jesús advierte: “El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.” (Juan 13:20). Por increíble que parezca, Judas había sido enviado junto con los demás por el mismo Señor para predicar las buenas nuevas.
Si te niegas a creer en Jesús debido a los ladrones que predican el evangelio, debes saber que, con Dios, esa excusa no funciona. Estás invitado a creer en Jesús el Salvador, no en el que predica ese nombre. Al referirse a los falsos predicadores, Pablo escribió: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún”. ( Fil 1: 18).
En los próximos 3 minutos el diablo entra en Judas.
